Las claves de la eficiencia

Algunas buenas ideas que pone en práctica la eficiencia energética

La eficiencia energética se puede medir con bastante facilidad, calculando la diferencia entre la energía que entra en cualquier máquina y la que sale en forma útil para nosotros. A continuación, te explicamos algunas ideas importantes sobre eficiencia energética que tú mismo puedes poner en práctica:

Integrarse hábilmente en el entorno

Es posible permanecer bien frescos dentro de un invernadero acristalado expuesto al sol ardiente del verano: no tenemos más que utilizar un potente sistema de aire acondicionado y gastar varios millones de frigorías para conseguirlo. Pero hay otros sistemas de confort que no están basados en la fuerza bruta, sino en la inteligente colaboración con la naturaleza. En este caso, cambiar las cristaleras por muros de ladrillo con huecos pequeños, plantar vegetación que proteja del sol a la casa y una buena chimenea o patio de ventilación nos permitirán estar bien frescos en el interior del edificio sin gastar en aire acondicionado.

Otros sistemas son capaces de aprovechar las características del entorno de manera sorprendente. Incluso en una fría noche de invierno, una bomba de calor puede absorber el calor latente que contiene el aire exterior y transportarlo al interior de la casa, donde servirá para aumentar la temperatura de la calefacción.

Evitar la disipación o las fugas de calor o frío

La tendencia general de nuestro universo es a la nivelación, por eso se descongelan los alimentos en cuanto los sacamos del frigorífico. Pero si colocamos barreras a esta disipación de la energía, metiendo el pescado congelado en una bolsa térmica, aguantará rígido mucho más tiempo. Por el contrario, si abrimos las ventanas de una habitación donde está colocado un radiador, lo único que conseguiremos es tirar literalmente el valioso calor a la calle. El “empaquetado” o canalización correcta de la energía útil es una de las principales claves de la eficiencia energética.

Colocar sensores: dar “ojos y oídos” a los aparatos que consumen energía Colocar sensores

Una vieja caldera de calefacción, es un buen ejemplo de un sistema ciego. La falta de un barato termostato le hace derrochar cantidades enormes de cara energía. Por el contrario, un sencillo detector de presencia en un pasillo lo convierte en un pasillo con vista, y le permite encender la luz solo cuando hay alguien caminando por la estancia. Múltiples tipos de sensores capaces de detectar cambios de temperatura, peso, presencia de personas, lluvia, humedad, intensidad luminosa, etc, proliferan cada vez más y convierten a los aparatos que los utilizan en más eficientes.

Practicar el “reciclaje” de la energía.

Un ejemplo muy sencillo de cómo se puede reciclar la energía es la cogeneración. Quemamos gas en una turbina conectada a un generador, y obtenemos energía eléctrica, así como gran cantidad de calor. El truco está en aprovechar este calor para el agua caliente o la calefacción, por ejemplo, en lugar de enviarlo a la atmósfera o el agua. Los sistemas de cogeneración se asocian a un centro que aprovecha esta energía “reciclada”.

Transformar la energía con menos pérdidas de conversión

El mejor ejemplo de un proceso muy ineficiente porque tiene muchas pérdidas de conversión es calentar agua en una cocina eléctrica… si la electricidad procede de una central de carbón o de gas. Allí el combustible se quema, poniendo así en marcha una turbina de vapor acoplada a un generador de electricidad. Esta electricidad se inyecta en la red de transporte y distribución eléctrica. Por fin, cuando llega a casa, la electricidad será transformada de nuevo en energía térmica en la cocina a través de la placa vitrocerámica y la cazuela. Es un proceso de muchos pasos, y en cada uno de ellos se pierde energía útil.

Es mejor quemar directamente el gas en los fogones, pues en este caso el combustible se quema directamente bajo la cazuela, y no en una central térmica.

Huir del “todo o nada”: posibilidades de regulación fina

Supongamos una cocina que sólo permite dos posiciones: apagada o con un fuego ultra-potente. Quemaríamos muchas cazuelas antes de que se la devolviésemos al fabricante. La posibilidad de regular a voluntad la energía útil que recibimos de las máquinas es una de las esencias de la eficiencia energética. Un buen ejemplo es la posibilidad que tienen las lámparas de LED de regular la intensidad luminosa a voluntad, según las necesidades de iluminación que tengamos en cada momento.

Dar un paso más: colocar un cerebro en los aparatos que consumen energía

Dotar a un aparato por donde circula energía de un pequeño ordenador o cerebro electrónico aumenta mucho sus posibilidades de ser más eficiente. Las lavadoras modernas, por ejemplo, reúnen la información que les proporcionan sus sensores de temperatura, peso de la ropa, dureza del agua, etc, para poner en marcha el programa más económico posible teniendo en cuenta todas esas circunstancias. ¡Se dice que hay más microprocesadores y potencia de cómputo en un electrodoméstico actual que en una nave espacial de los años 1970! Y, en estrecha relación con este punto, es importante aumentar las posibilidades de regulación afinada de la instalación.

Utilizar nuevos materiales con nuevas propiedades

Los paneles de vacío tienen un poder aislante tan fuerte que proporcionan, con muy poco espesor, protección contra las fugas de energía equivalente a la de una gruesa pared de corcho. El secreto está en haber conseguido fabricar una estructura dentro de la cual se ha hecho el vacío, el mejor aislante posible pero que no colapsa gracias a su rígida estructura. Otro ejemplo de material “mágico” es el revestimiento especial de los cristales de baja emisividad que deja pasar la luz, pero no el calor.

Practicar el autoconsumo, reducir la ruta de transporte de la energía

La energía que utilizamos puede venir desde el confín del mundo, si el carbón que se usó en la central térmica para producir la electricidad era australiano. Todos los días, miles de toneladas de petróleo viajan muchas millas desde sus centros de extracción en Arabia Saudí, Venezuela o Nigeria hasta las refinerías españolas. Y los tendidos eléctricos tienen miles de km de longitud. Todo este largo trayecto no se puede hacer sin grandes pérdidas de energía.

La solución consiste en producir la energía lo más cerca posible del punto en que vamos a consumirla, lo que se llama “autoconsumo”, cosa que se ha facilitado mucho en los últimos tiempos gracias a la tecnología renovable.

Podemos instalar un sencillo panel para producir agua caliente solar, que nos daría una autosuficiencia más o menos de un 10% en nuestro consumo total de energía, o bien un sistema completo solar térmico, fotovoltaico y eólico con apoyo geotérmico y de una caldera de biomasa, que nos garantizaría una autosuficiencia del 100%.

Utilizar la imaginación y el sentido común

Esta es una pequeña selección de algunas claves de la eficiencia energética. Pero se podrían explorar muchas otras, como la simplificación de procesos (máquinas más simples, con menos piezas, como los nuevos motores de lavadora de conexión directa), o el diseño de nuevas formas, tanto de edificios como de piezas de motores, que facilitan el acopio o la disipación de la energía (muy útiles en arquitectura), o la más antigua y probablemente la mejor de todas: la biomímesis, o imitación de la naturaleza. Se lleva practicando muchos miles de años: por ejemplo, los materiales aislantes imitan la piel peluda, o la refrigeración por evaporación la respiración de las plantas.

Pero si dejamos aparte la tecnología, el sentido común es en realidad la mejor solución para la eficiencia energética. Su falta (por ejemplo, cuando los fabricantes decidieron dejar de incluir un botón de apagado/encendido en los televisores hace algunos años) es el mayor responsable del derroche de energía.